La historia de Iker
Tenía treinta y seis años cuando me enfrenté a la necesidad de buscar ayuda profesional. Había perdido mi empleo, un lugar donde había dedicado cinco años de mi vida. Antes del despido, ya me sentía agobiado, pero después, mi mundo emocional se desmoronó. Había días en que la tristeza me inundaba, y otros en que me sentía vacío por dentro.
Era conocido por mi energía y optimismo, pero eso se había esfumado. Comencé a aislarme, dejando de lado las actividades que disfrutaba, como correr o leer. Incluso las tareas más simples, como cocinar, se volvieron un desafío.
Me refugiaba en casa, evitando cualquier contacto social. Nada parecía tener sentido o despertar mi interés. Las noches eran las más difíciles, reviviendo mis errores pasados, preguntándome por qué las cosas habían salido mal. Me sentía sin esperanzas sobre el futuro, convencido de que nunca encontraría un camino hacia la satisfacción o el éxito. En mis momentos más bajos, una voz interna me decía: «Nunca te recuperarás de esto».